La capital de Eslovenia está de moda. La coqueta ciudad medieval tiene un aire de ciudad austriaca. Joze Plecnik, a comienzos del siglo XX, se empeñó en hacer de la urbe una nueva Atenas. Diseño nuevas calles, canales y puentes e introdujo un sinfín de originales elementos decorativos en estilo modernista. Consiguió así dotar a Liubliana de una fuerte personalidad. Hoy es una de las capitales europeas más animadas. Vertebrada en torno al río Liublianica y dominada por su gran castillo, la visita sorprende a todo el mundo, quizás porque pocos esperan tanto de la capital del pequeño país balcánico
La leyenda dice que la ciudad fue fundada por Jasón. Tras robar el vellocino de oro, Jasón y los argonautas escaparon del Mar Negro siguiendo el río Danubio, desde allí remontaron también el río Sava y finalmente subieron por el río Liublianica hasta buscar refugio en los terrenos de la actual ciudad. Pero para poder establecerse allí tuvieron que matar al dragón de turno que, cómo no, habitaba en la colina sobre la que hoy está el castillo de la ciudad. Y así ellos se convirtieron en fundadores de la ciudad y el dragón en su símbolo.
El Aeropuerto Internacional Jože Pučnik de Liubliana, situado 26 kilómetros al norte de la capital, no tiene actualmente conexiones directas hasta ningún aeropuerto español. Una buena alternativa es el Aeropuerto Internacional Marco Polo de Venecia que está a 230 km de Liubliana por autopista (poco más de 2 horas) y al que si vuelan varias compañías desde distintos aeropuertos españoles (Iberia, Vueling, Volotea y Air One).
Alquilar un coche resulta imprescindible para conocer la zona. Recordar comprar la viñeta para circular por las autopistas eslovenas (la válida para una semana cuesta 15 EUR) porque hay muchos controles y seguro que si no la lleváis seréis multados. La viñeta se puede adquirir en todas las gasolineras de Eslovenia y en las cercanas de los países limítrofes.
El Pacto: Una Forma de Conservar la Identidad que define a Eslovenia
La principal característica histórica de este país es que han sabido conservar su identidad a pesar de tener siempre vecinos muy poderosos. ¿Cómo?. Pactando con el Imperio de turno y evitando los enfrentamientos. Y nos les ha ido nada mal. Lo hicieron con los romanos primero, con el Imperio Carolingio, con la República de Venecia, con el Imperio Austrohúngaro y se unieron con croatas y serbios para formar la antigua Yugoslavia. Pero incluso cuando se acabo la República de Yugoslavia, su guerra de independencia sólo duro 10 días. Y es que los eslovenos eran ya considerados los “raritos” de la República de Yugoslavia; su idioma era el más difícil de entender por el resto de los eslavos del sur y la población era bastante pura étnicamente hablando.
El Reino de Noricum
Los primeros documentos históricos de la región hablan del Reino de Noricum, que abarcaba tanto la actual Eslovenia como Austria Occidental y Baviera. El reino, de origen celta, comerciaba con Roma desde los primeros tiempos de la República suministrándoles básicamente hierro. Las buenas relaciones que mantuvieron siempre con Roma acabaron en un tratado de asociación en el siglo I AC que les permitió conservar su organización social aunque la romanización fue muy intensa. El territorio fue dividido en el siglo IV entre las provincias romanas de Noricum Ripense y Noricum Mediterraneum, esta última correspondía prácticamente a la actual Eslovenia. Tras la caída del Imperio Romano, la provincia de Noricum Mediterraneum conservo su estructura social con los ostrogodos, convirtiéndose en una de las zonas más estables del territorio.
La Llegada de los Eslavos y el Ducado de Carantania
No se sabe a ciencia cierta cuándo fue invadido el territorio por tribus eslavas. Las invasiones debieron ocurrir durante el siglo VI aunque algunos estudios sostienen que apenas hubo eslavización y la mayoría de la población desciende de pueblos autóctonos de los Alpes Orientales. En cualquier caso, las primeras referencias escritas que hacen mención a la existencia de una “Provincia Sclaborum” (“el país de los eslavos”) aparecen a finales del siglo VI. El territorio se situaba entre el reino de los lombardos, correspondiente al norte de Italia, y el de los avaros, en la región de Panonia y era conocido como la “Marca Vinedorum”. Al parecer llego a existir una unión de todos los reinos eslavos bajo el rey Samo al principio del siglo VII. Esta unión se disolvió tras la muerte del rey en el 658 pero una parte del territorio, que recibió el nombre de Carantania, permaneció como territorio eslavo bajo el poder de un Knez (Duque o Príncipe). Carantania ocupaba más o menos el territorio de la actual Eslovenia (salvo la costa adriática) y la parte más meridional de Austria (la actual provincia de Caríntia). El territorio no podía aguantar sólo al lado de tantos vecinos poderosos así que pacto su asociación con el Imperio Carolingio y se incorporo a éste como una “Marca”, territorio fronterizo.
El minúsculo territorio consolido su asociación al Sacro Imperio Romano Germánico a lo largo de los siglos preservando siempre su organización social y sus costumbres. La tradición más conocida en la historia del Principado o Ducado de Carantania era la forma de “jurar el cargo” que tenían los príncipes o duques impuestos por el Imperio. El candidato propuesto por el Emperador debía sentarse sobre la “Piedra del Príncipe” y allí era interrogado sobre sus cualidades en esloveno por un campesino libre elegido entre la población, es decir, por un representante del pueblo. Este rito, que se llevo a cabo hasta 1414, se describe como un antecedente único de democracia en la Edad Media.
El Imperio Austro-Húngaro
De forma más o menos natural el Ducado de Carantania pasó del Sacro Imperio Romano Germánico a su heredero, los Haubsburgo, cuyas tierras formaron luego el Imperio Austrohúngaro. Para Carantania todo siguió más o menos igual aunque los duques pertenecientes a las distintas familias podían cambiar en mayor o menor medida la organización del territorio.
Cuando parecía que no pasaba nada llego Napoleón Bonaparte que, tras conquistar Europa, quiso cambiarla totalmente. Así, tras acabar con la República de Venecia y el Imperio Austrohúngaro se saco de la manga un nuevo país, las Provincias Ilirías, que debían depender de Francia. Liubliana se vio de repente convertida en capital de un nuevo país. Esa fue su primera experiencia como capital. No duro mucho porque el Imperio Francés se hundió y el Imperio Austrohúngaro volvió a recuperar sus antiguos territorios para tratar de seguir como antes.
El Nacionalismo Eslavo
No todo siguió igual. Durante el siglo XIX empezaron a ganar partido las ideas nacionalistas. Hubo un resurgimiento de la cultura eslovena y se inició la lucha por la independencia. Sin embargo, el nacionalismo paneslavo logro tener más adeptos que el exclusivamente esloveno.
La Primera Guerra Mundial supuso la desintegración del Imperio Austrohúngaro y la creación de nuevos países. Los pueblos eslavos del sur se unieron en 1919 en el Reino de Serbios, Croatas y Eslovenos, que en 1929 paso a denominarse Reino de Yugoslavia. Eslovenia ya era la región o país más desarrollado por aquel entonces aunque su escasa superficie y población le hacían poco representativo en la unión cuyo protagonismo recaía en manos croatas y, sobre todo, serbias.
La Segunda Guerra Mundial supuso la disgregación del territorio esloveno. El territorio fue dividido entre Alemania, Italia y Croacia, que mantenía un gobierno títere filonazi. Tras la liberación de todos los países balcánicos se creó la República Federal Socialista de Yugoslavia que esta vez incluía ya los territorios actuales de Eslovenia en Istría.
El Nacimiento de la República de Eslovenia
En el periodo de pertenencia a la República Federal de Yugoslavia, Eslovenia siguió siendo el territorio más desarrollado y el de menor mezcla étnica. Así que es normal que cuando las aspiraciones nacionalistas de las distintas Repúblicas comenzaran a hacerse palpables tras la caída del bloque soviético, Eslovenia fuera la primera República en pedir la independencia. En 1990 se convoco un referéndum que ganaron los partidarios de la independencia por abrumadora mayoría y en 1991 se proclamo la independencia. La Guerra de Independencia duro 10 días y apenas se cobro vidas. En realidad el territorio estaba muy diferenciado y no había intereses de minorías de otros pueblos eslavos en Eslovenia. Eso hizo todo mucho más fácil.
En 2004 Eslovenia entro a formar parte de la Unión Europea y en 2007 se unió a los países de la eurozona.
En el siguiente mapa interactivo podrás localizar con exactitud todos los lugares de los que se habla en el artículo. Podéis usarlo para llegar hasta ellos fácilmente:
Las 5 visitas imprescindibles en Liubliana:
- Plaza Preseren: La plaza presidida por la Iglesia Franciscana de la Asunción y la estatua de France Preseren es el mayor icono de la ciudad.
- Paseo por el río Liublianica: Las riberas del río se han convertido en el lugar más animado de la capital.
- Jardines Tivoli: El parque central de la ciudad fue diseñado en el siglo XIX cuando Liubliana se convirtió en capital de las Provincias Ilirias.
- Stare Mesto: Las calles empedradas del barrio más antiguo de la ciudad conducen a algunos de los lugares con mayor encanto.
- Castillo: La colina sobre la que se alza el castillo domina todo el valle del río Liublianica.
Desayuno en la Plaza Preseren
El centro neurálgico de Liubliana y el mejor lugar para empezar la visita es la Plaza Preseren. La plaza es el punto de encuentro de la ciudad, con la llamativa iglesia franciscana de la Anunciación, pintada en color salmón, y la estatua del poeta France Preseren considerado “la gloria de las letras eslovenas”. Su poema titulado “Un brindis” se convirtió en la letra del himno del país. En el lado sur de la plaza se encuentra el puente más famoso sobre el río Ljublianica conocido como Tres Puentes por sus tres ramales. Un diseño original creado para evitar los embotellamientos del centro.
Joze Plecnik (1872-1957) es el Gaudí de Liubliana. El arquitecto creo en los años 20 y 30 del siglo XX un diseño de calles y canales en los que introdujo abundantes elementos decorativos (columnas, farolas, vegetación, bancos, plazas y puentes) configurando el aspecto característico actual de la ciudad. Quería transformar Liubliana en la nueva Atenas, representando el renacimiento cultural de la capital eslovena. Él fue el autor de los Tres Puentes al añadir los dos ramales laterales al viejo puente Spital. También renovó la fortificación de Sance, creo la Plaza del Mercado y construyo la Biblioteca Nacional, el Cementerio de Zale y el Puente de los Zapateros como obras más emblemáticas.
En una esquina de la plaza, justo al lado de uno de los ramales del puente, la terraza del Kavarna Pločnik puede ser un buen lugar para desayunar mientras comenzamos a tomarle el pulso a la ciudad.
Un paseo por los Jardines Tivolí y la Plaza del Congreso
La calle Copova, repleta de edificios con graciosos decorados modernistas, lleva desde la Plaza Preseren directamente a los Jardines Tivoli. El parque central de la ciudad fue diseñado a principios del siglo XIX por el ingeniero francés Jean Blanchard. En aquellos años Napoleón había convertido Liubliana en capital de las Provincias Ilirias y necesitaba dotarla de un parque propio de una capital europea. Un siglo después Joze Plecnik se encargo de embellecer los jardines creando la avenida central que acaba a los pies de la Mansión Tivoli. Los jardines se prolongan por toda la colina con un frondoso bosque, verdadero pulmón de la ciudad.
La vuelta al centro hay que hacerla por la calle Subiceva que desemboca en la Plaza del Congreso, creada también en la expansión del siglo XIX. Dominada por los edificios de la Universidad y la Filarmónica, toda la plaza está rodeada por edificios neoclásicos que le dan un aire muy centroeuropeo. Todavía pueden verse algunos restos de la vieja urbe romana. Y es que Liubliana nació aquí, como el campamento militar de la Legio XV Apollinaris en el siglo I AC. El campamento se transformó pronto en la Colonia Iulia Emona, el viejo nombre romano de Liubliana.
El río Liublianica y el Mercado
La columna vertebral de la ciudad es el río Liublianica que envuelve la colina del Castillo trazando una curva cerrada desde el sur al este. A ambos lados están los edificios más emblemáticos. Los paseos junto al río y las calles laterales, en su mayor parte peatonalizadas, son los lugares con más ambiente. En el pequeño río se puede disfrutar de paseos fluviales en embarcaciones parecidas a las de los canales de Ámsterdam o Copenhague.
Caminando río abajo desde los Tres Puentes de la Plaza Preseren nos topamos enseguida con el Mercado. Un espacio que incluye las plazas de Pogacarjev y Vodnikov, junto a la Catedral, y los puestos cubiertos creados por Plecnik a la orilla del río. Todo un despliegue de colores y olores que hay que descubrir a medio día, en plena ebullición. Imposible no hacer un alto para degustar alguno de los platos que se preparan en los grandes tenderetes de la plaza.
Pasado el mercado se alcanza enseguida el Puente de los Dragones, en alusión a los dragones que lo decoran como referencia al mito fundacional de la ciudad por Jasón y los Argonautas. El puente, construido en 1900 por el arquitecto dálmata Junij Zaninovic, sustituyo a uno anterior de madera y es una obra maestra de la arquitectura Art Nouveau. Los cuatro dragones son el símbolo de Liubliana y su monumento más emblemático. Nadie puede irse de Liubliana sin fotografiarse con ellos.
El paseo siguiendo el río Liublianica desde el Puente de los Dragones hasta el Puente de los Zapateros, en la zona sur de la ciudad, es una delicia. Las terrazas llenan las peatonalizadas calles a ambos lados del río. En las riberas se alternan los edificios modernistas con los más clásicos de aires austriacos. El nombre del puente deriva de los talleres de zapateros que ocupaban los aledaños.
La ciudad medieval: Staro Mesto
El barrio más antiguo de Liubliana, Staro Mesto, parece apretujarse al abrigo de la colina del castillo.
Entrando al casco viejo desde el Puente de los Zapateros encontramos la unión de las dos calles o plazas principales del barrio. Al sur la calle nos lleva a la Plaza Stari o Plaza Vieja, el lugar para mí con más encanto de la ciudad. Las casas conservan un estilo medieval que les da un aire bohemio y nostálgico, acentuado por las galerías de arte y antigüedades que ocupan los bajos. Hacia el norte la calle desemboca en la Plaza Mestni o Plaza de la Ciudad, un espacio más monumental, presidido por la Fuente de los Tres Ríos. La fuente barroca fue creada en el siglo XVIII por el escultor veneciano Francesco Robba a imagen de las fuentes romanas. El Ayuntamiento, construido enfrente en la misma época, destaca sobre el resto de las casas de clara apariencia austriaca.
Entre el Ayuntamiento y el Mercado se alza la Catedral de San Nicolás, una enorme iglesia barroca con su característica cúpula verde y sus torres gemelas.
Atardecer desde el Castillo
La principal atracción turística de la capital ocupa una amplia meseta en lo alto de la colina que domina el valle. La forma más fácil de subir es coger el curioso y moderno funicular que sale de la Plaza Krekov, muy cerca de la Catedral (viaje en el funicular y entrada al castillo 10 EUR). El Castillo de Liubliana conserva parte de su estructura original del siglo XVI. Algunas de las dependencias están convertidas en museos y salas de exposiciones. La subida a la torre principal permite contemplar las mejores panorámicas de la ciudad. Desde allí, Liubliana mezcla el rojo de sus tejados con el verde de sus prados y bosques, vigilada como telón de fondo por los Alpes Julianos.