Mostar creció en torno al bello puente de piedra sobre el río Neretva, paso esencial para el comercio del Imperio Turco con las Repúblicas de Venecia y Ragusa. De hecho, su nombre deriva del viejo puente (Stari Most), o más precisamente, de los guardianes de ese puente (Mostari). Su destrucción, durante la guerra de Bosnia, fue uno de los símbolos de la barbarie en la que sucumbió la antigua Yugoslavia.
La capital de Herzegovina trata hoy todavía de curar las demasiado visibles cicatrices de guerra. El fascinante puente sobre el verde y caudaloso río Neretva sigue siendo el símbolo de la ciudad. En los alrededores del puente, siguiendo el curso del río, se disponen las viejas casas de piedra con balcones de madera salpicadas de mezquitas con esbeltos minaretes. Resulta sorprendente encontrar en el centro de Europa uno de los conjuntos arquitectónicos mejor conservados del Imperio Turco. Y es que el islam llegó hace mucho tiempo al corazón de Europa y no son turcos ni árabes los que se quedaron aquí sino eslavos que abrazaron la fe de Mahoma.
Mostar es fácilmente accesible en coche desde Dubrovnik (140 km, alrededor de 2 horas), Split (165 km, la mayor parte por autopista) o Sarajevo (125 km, alrededor de hora y media).
El aeropuerto, situado a 8 km al sur de la ciudad, sólo recibe actualmente vuelos chárter, pero en los próximos años está previsto el inicio de vuelos regulares.
La línea de ferrocarril entre Mostar y Sarajevo es la más antigua del país. Sin embargo, tiene una actividad escasa y los trenes invierten mucho tiempo en el recorrido. Sólo permite viajar a Sarajevo (dos frecuencias diarias) y a Zagreb (un tren diario).
El Reino de Bosnia y los Bogomilos
El territorio de la actual Bosnia-Herzegovina fue siempre punto de choque entre las potencias de los países vecinos. Disputado por bizantinos, serbios, búlgaros, húngaros y croatas, el Reino de Bosnia logro un periodo de independencia entre finales del siglo XII e inicios del XV. Sin embargo, durante estos años el país vivió inmerso en grandes luchas religiosas, protagonizadas por católicos (fundamentalmente croatas), ortodoxos (fundamentalmente serbios) y los bogomilos (la mayoría de la población).
Los bogomilos (“queridos de Dios”) eran una corriente herética nacida en Bulgaria que negaba la validez de las ceremonias y sacramentos cristianos, el origen divino de Cristo y la Trinidad. Creían en una concepción dualista del mundo y predicaban el ascetismo. Su credo se expandio rápidamente por los balcanes e influyeron para la propagación de la herejía catara en Occidente que mantenía principios muy similares. La secta era mayoritaria en los territorios de Bosnia-Herzegovina cuando los turcos conquistaron el territorio. Los bogomilos se convirtieron masivamente al islamismo y facilitaron la expansión turca en todo el país. La herejía bogomila desapareció completamente tras la conquista. El Reino de Bosnia fue así fácilmente absorbido durante el siglo XV por el Imperio Otomano.
Imperio Otomano
Los años de pertenencia al Imperio Otomano fueron los de mayor prosperidad de la región. Sarajevo llego a ser la segunda ciudad del Imperio, tras Estambul, y Mostar se encargaba del abundante comercio con las Repúblicas de Venecia y Ragusa. Los grandes edificios religiosos y públicos de las ciudades pertenecen a esta época.
La decadencia del Imperio comenzó en el siglo XVIII pero no fue hasta 1878, tras la guerra entre Rusia y Turquía, cuando llego el fin del poder turco. Curiosamente, por el Tratado de Berlín el terrirorio paso a ser administrado por el Imperio Austro-Húngaro. El cambio en la administración del país no significo una variación en la religión que profesaba la mayor parte de la población. Los austriacos dominaron durante muy poco tiempo la región. En 1914 el Archiduque Fernando fue asesinado en Sarajevo y empezaba la I Guerra Mundial. Tras la Gran Guerra desapareció el Imperio Austro-Húngaro y Bosnia-Herzegobia entro, de la mano de Serbia, a formar parte de la Federación de Serbios, Croatas y Eslovenos.
Guerra de los Balcanes y Federación de Bosnia Herzegovina
La Guerra de los Balcanes tuvo su peor escenario en Bosnia-Herzegobina. No es extraño, allí era máxima la mezcla de población y, con ella, de religiones. La mayoría musulmana tuvo que hacer frente a una minoría serbia que era mayoritaria en algunas regiones del norte y a la minoría croata que llegaba a ser mayoritaria en algunas regiones del sur (parece un trabalenguas pero es la difícil realidad del territorio). Serbios y croatas tenían detrás países que les apoyaban. Los musulmanes no tenían a nadie. Llevaban las de perder. Al final de la guerra, los acuerdos de Dayton establecieron las zonas de influencia de los tres bandos. La República Srpska, con capital en Banja Luca, controla el 50% del país, conformada en su mayoría por población de origen serbio; la Federación de Bosnia y Herzegovina que está en la práctica dividida a partes iguales entre musulmanes y croatas. Todos juntos conforman un país que no se sabe si realmente existe porque los serbios y croatas querrían unirse a sus respectivos países y los musulmanes han llegado a ser minoría en su propio territorio. El conflicto no parece haber terminado.
Una curiosidad. La bandera actual del país, que data de 1998, fue diseñada por el diplomático español Carlos Westendorp, en aquel tiempo representante del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para la Antigua Yugoslavia. Los bosnios no eran capaces de ponerse de acuerdo así que se lo encargaron a alguien neutral.
«Un Puente sobre el Drina«. Ivo Andric. Editorial Debate 1999. 406 pags
Ivo Andric es el escritor bosnio que mejor ha narrado la historia de su país. Nacido por casualidad en Dolac en 1892, donde sus padres. católicos, estaban visitando unos parientes. Paso su infancia primero en Sarajevo y, tras la muerte de su padre, en Visegrado. Luchó activamente por la creación del estado de Yugoslavia. En 1961 recibió el Premio Nobel de Literatura, fundamentalmente por su trilogía sobre los Balcanes. Murió en Belgrado en 1975.
Un Puente sobre el Drina cuenta la historia de Visegrado desde la construcción del célebre puente en el siglo XVI hasta la creación de la Federación de Serbios, Croatas y Eslovenos (después Reino de Yogoslavia) tras la I Guerra Mundial. No deja de ser curioso que los dos conjuntos Patrimonio de la Humanidad en Bosnia y Herzegovina sean los puentes de Mostar y Visegrado, verdaderos símbolos del contacto entre Oriente y Occidente. El libro describe los continuos conflictos étnicos entre las diferentes comunidades de Visegrado, fundamentalmente los existentes entre la comunidad ortodoxa serbia y la musulmana. La kapia, un ensanchamiento en la parte central del puente utilizado siempre por los habitantes de la ciudad para reunirse, sirve de telón de fondo de las historias que se van tejiendo en las distintas épocas. El puente permanece inamovible a pesar de los cambios sociales y políticos, al igual que el conflicto entre las diferentes comunidades, condenadas a vivir juntas pero con escasas posibilidades de poder comprenderse.
En el siguiente mapa interactivo podrás localizar con exactitud todos los lugares de los que se habla en el artículo. Podéis usarlo para llegar hasta ellos fácilmente y para seguir el itinerario propuesto que incluye los lugares más representativos de Mostar y Herzegobina.
Mostar en la Guerra de los Balcanes
Viví en Mostar los últimos meses del año 1995. Cuando llegue, la guerra estaba en su última fase. Los cascos azules, principalmente españoles, vigilaban la frontera entre las tropas croatas y musulmanas que se había establecido en la calle principal. La ciudad, que había sido uno de los epicentros del conflicto, estaba prácticamente en ruinas.
Al inicio de la guerra la mayor parte de la población, alrededor del 35%, era musulmana, un 35% croata y un 20% serbio. Los serbios cercaron la ciudad, pero la unión de musulmanes y croatas consiguió que las tropas serbias tuvieran que levantar el asedio. En cuanto se fueron los serbios estalló el conflicto entre musulmanes y croatas que se prolongaría hasta el final de la guerra. La ciudad quedo dividida en dos partes. Parecía que los musulmanes no iban a poder resistir la maquinaria de guerra croata, especialmente cuando los croatas bombardearon y destrozaron el célebre puente sobre el Neretva. Sin embargo, las líneas de defensa no se movieron durante los tres años que quedaban de conflicto.
Las huellas de la guerra siguen siendo hoy muy visibles a pesar de los 20 años transcurridos desde el fin del conflicto. Algunos edificios de la avenida principal, principalmente en los alrededores de la Plaza de España siguen en ruinas como testigos de la contienda. Los cementerios están abarrotados de tumbas de jóvenes que fallecieron durante el genocidio. Así que es fácil hacerse una idea de lo duros que debieron ser los años de guerra en esta ciudad.
Mostar 25 Años Después
Mostar es, sobre todo, el puente sobre el río Neretva o Stari Most. En la Edad Media ya había aquí un puente de madera. La estrategia del enclave provenía de la existencia del puente puesto que era el último paso sobre el río antes de su desembocadura. El que quería pasar, pagaba unos aranceles y eso comenzó a dar vida al lugar. La ciudad se desarrolló tras su incorporación al Imperio Turco a finales del siglo XV. El puente de piedra fue levantado en el siglo XVI, en tiempos de Solimán el Magnífico, por el arquitecto Mimar Hayruddin y desde su construcción fue siempre admirado como uno de los más bellos puentes del mundo. Dos torres de piedra, Halibija y Tara, vigilan ambos lados del puente y completan el conjunto arquitectónico. Las torres, que antaño albergaban a los mostari, han sido convertidas hoy en museos. En una de ellas se muestra el video en el que el puente es destruido por el bombardeo croata. Los croatas no querían que la ciudad se identificara con una obra de clara inspiración turca, por eso lo volaron cuando estaban empeñados en acabar con los musulmanes. La imagen del puente y sus torres desde el verde río Neretva es inolvidable. Tanto el conjunto del puente como el barrio típicamente turco de los alrededores han sido declarados Patrimonio de la Humanidad.
El casco antiguo de la ciudad se extiende a ambos lados del puente. Las calles empedradas con casas típicas turcas albergan un auténtico bazar al aire libre. En el reducido y encantador barrio de la derecha del río, muy cerca de la entrada del puente y de la torre de Halibija, desemboca un diminuto afluente del Neretva. Siguiendo su curso unos metros se puede ver otro pequeño puente de piedra. El puente, conocido como Krive Most o Big Čuprija, se dice que fue un ensayo arquitectónico antes de emprender la construcción del gran puente sobre el Neretva. Desde la desembocadura del afluente las vistas del Stari Most son impresionantes.
El recorrido río arriba por la margen izquierda se adentra en el corazón de la ciudad antigua, Kujundžiluk o Stari bazar. La mayoría de las tiendas ofrecen los productos de artesanía local, especialmente los objetos de cobre y alfombras pero también algunos suvenires de guerra como casquillos de balas con caligrafías árabes talladas. En el corazón del barrio, ubicada en un pequeño balcón sobre el río, se encuentra la Mezquita de Koski Mehmed-Pasha, la más fotografiada de la ciudad por ser visible desde casi todos los puntos. La mezquita sólo tiene culto los viernes por lo que durante su visita no hay que respetar las estrictas normas características de los templos musulmanes. El conjunto data también del siglo XVI y además del templo y el minarete (al que se puede subir si se supera la claustrofobia) alberga un pequeño patio, la fuente de abluciones, la escuela coránica y el harem o residencia de los estudiantes. La mezquita tiene un balcón sobre el río desde donde se contempla la mejor vista del río Neretva y el puente. La experiencia de escuchar desde allí la oración de los muladíes al atardecer es inolvidable. Las luces de la ciudad se van encendiendo y el puente va destacando cada vez más entre las sombras de la noche hasta convertirse en el gran protagonista sobre el río.
Muy cerca de allí, en medio de un parque-cementerio, se encuentra la Mezquita de Karadozbegova, la más grande y bonita de la ciudad. Construida en el siglo XVI por el célebre arquitecto Otomano Sinan, es uno de los grandes edificios de arquitectura islámica turca. La enorme cúpula alberga una gran sala de oración que merece la pena visitar. Los jardines que rodean la mezquita están ocupados por un cementerio musulmán abarrotado por las recientes víctimas del conflicto. Entre las tumbas destaca un pequeño mausoleo de ladrillo rojo en estilo neomorisco dedicado al dramaturgo y poeta del siglo XIX Osman Đikić. En el paseo por el barrio antiguo de Mostar las huellas del conflicto no pasan desapercibidas. Aunque una gran parte de la ciudad vieja ha sido reconstruida quedan multitud de casas derruidas y los impactos de las bombas son visibles en todos los lados. Entre las casas turcas que han sido restauradas destaca la Casa Muselibigovic, situada unas calles más arriba de la Mezquita y convertida en Hotel-Museo.
Se puede volver a la orilla oeste del Neretva por el puente de Mostarskoj Bataljona. Aquí estaban situados los grandes edificios de los siglos XIX y XX. Los restos del Hotel Bristol y del Palacio de Gobernación, destruidos durante la guerra, son símbolos del conflicto. En la calle que lleva a la Plaza de España aún puede verse alguna pintada con el texto “Pazi Sniper” (“Cuidado Francotirador”) que recordaba a los incautos que podían ser víctimas de una de las modalidades más atroces de la guerra, la de quienes disparaban a los transeúntes para minar la moral de la población.
La Plaza de España se encuentra en la avenida principal de la ciudad. Recibió el nombre en reconocimiento al esfuerzo realizado por España tanto durante la guerra como en las labores de reconstrucción. El edificio del Gymnasium, de estilo neomorisco y recientemente restaurado, es el mejor ejemplo de la arquitectura durante el Imperio Austrohúngaro.
Blagaj y el Nacimiento del Río Buna
Uno de los lugares preferidos por los habitantes de Mostar para comer y pasar la tarde es Blagaj. Allí se encuentra el nacimiento del río Buna. El río emerge con fuerza en una cueva situada al pie de un acantilado de más de 200 metros. El caudal medio en su nacimiento es de 43m3. El dato aislado puede no decirnos nada pero basta compararlo con el caudal medio del Manzanares que es de 12m3 o con el del Tajo a su paso por Aranjuez que es de 33m3 para darse cuenta de que aquí los ríos tienen otra dimensión. Al lado del nacimiento se construyó en el siglo XVI un Monasterio Derviche conocido como Tekija. La imagen del nacimiento del Buna con sus cristalinas aguas y el monasterio de aires mediterráneos y turcos resulta inolvidable.
Mostar tiene una buena oferta hotelera a precios muy inferiores a los de su vecina Croacia. Los apartamentos y habitaciones que se ofrecen en las casas particulares suelen estar recientemente rehabilitados y su precio oscila entre 30 y 50 EUR. Entre los hoteles os recomiendo:
Bosnian National Monument Muslibergovic House – Osmana Dikica 41, 88000 Mostar; Tf: +38736551379 (www.muslibegovichouse.com). Mi alojamiento preferido en la ciudad. La casa-palacio de un bey fue restaurada para acoger un museo con una rica colección de objetos pertenecientes al Imperio Otomano y un hotel de 12 habitaciones decoradas al viejo estilo turco. Tiene la ventaja, además, de estar en la parte más tranquila del turístico barrio turco. Habitación doble con desayuno en temporada alta alrededor de 90 EUR.
Hotel Villa Milas –Franjevačka 3, 88000 Mostar; Tf: +38736316381 (www.villa-milas.com). Un hotel construido recientemente en la que fue la línea de fuego entre las tropas croatas y bosnias en la última guerra. Tranquilo y a un paso del centro histórico. Personal especialmente amable, siempre dispuesto a ayudar. Habitación doble con desayuno en temporada alta alrededor de 60 EUR.
Hotel Almira – Rade Bitange bb, 88000 Mostar; Tf: +38736554310 (www.almira-hotel.ba). Situado en una rehabilitada casa de piedra del barrio turco, muy cerca del viejo puente, pero al mismo tiempo lo suficientemente apartado como para ofrecer tranquilidad. Habitación doble con desayuno en temporada alta alrededor de 80 EUR.
Una de las grandes experiencias en Mostar es comer una comida típica bosnia en un balcón sobre el río Neretva contemplando el famoso puente. Ambas orillas están repletas de restaurantes. Dos buenas opciones son:
Sadrvan – Jusovina 11, 88000 Mostar; Tf: +38761891189 (www.restoransadrvan.ba). Uno de los mejores sitios de la ciudad para probar los típicos platos de la cocina bosnia. No dejéis de probar el Cevapi, un plato a base de carne picada típico de los Balcanes, y el Baklava, postre tradicional. Precio medio alrededor de 20 EUR.
Teatar – Ulica Tabhana bb, Mostar; Tf: +38761264775. Situado un poco más apartado del bullicioso centro del barrio turco, en la orilla occidental del río. Desde la arbolada terraza hay unas vistas impresionantes sobre el puente. Los platos más recomendables son los pescados del río. Precio medio alrededor de 15 EUR.
Uno de los lugares favoritos para las comidas familiares de los habitantes de la ciudad es Blagaj, junto al nacimiento del río Buna, a unos 5 km del centro de la ciudad:
Restaurante Vrelo: Blagaj bb, 88201 Blagaj-Mostar; Tf: +38736572556 (www.restoranvrelo.com). Uno de los lugares más apetecibles para comer en Mostar. Cocina tradicional en la que no pueden faltar las truchas. Precio medio alrededor de 15 EUR.
La parte meridional de Bosnia-Herzegovina corresponde al territorio de Herzegovina, una región de los Alpes Dináricos articulada en torno al río Neretva. Su nombre deriva de los duques que administraron la región en el periodo medieval, conocidos por el título alemán de Herzog.
Normalmente Mostar se visita en un viaje desde la costa dálmata. Eso hace que la mayoría de la gente sólo pase unas horas en la ciudad. Sin embargo, lo ideal es pasar al menos una noche en la capital de Herzegovina y aprovechar el viaje desde la costa para hacer algunas vistas imprescindibles en la región.
Las Cataratas de Kravice están situadas muy cerca de la frontera con Croacia. El río Trebizat forma un espectacular anfiteatro por donde las aguas caen una altura de 30 metros en medio de una exuberante vegetación. Las cascadas, situadas en el típico paisaje cárstico, quizás no sean tan impresionantes como las de los Parques Nacionales de Plitvice y de Krka, pero en el lugar se respira mucha más tranquilidad que en los parques de Croacia.
Desde las cataratas hay sólo 20 kilómetros por la carretera M6 a nuestro próximo destino. Desde Kravice seguiremos el curso del río Trebizat hasta su desembocadura en el Neretva, el gran río de Herzegovina. Muy cerca de la desembocadura, en dirección a Mostar, llama la atención un pueblo que ocupa la ladera de una montaña coronada por un fuerte con una torre circular: Pocitelj. La visión de las casas de piedra que rodean a una mezquita con el típico minarete turco y a otros grandes edificios con cúpulas sorprende al venir de una costa plagada de iglesias, ofreciendo un contraste verdaderamente notable teniendo en cuenta la corta distancia que los separan. ¿Seguimos en Europa?
El lugar quedo totalmente destruido al inicio de la guerra. La población fue obligada a dejar sus casas. La belleza del pueblo siempre me llamaba la atención cuando algunos domingos íbamos de excursión desde Mostar al Adriático en los meses finales de la guerra. Un día decidimos hacer una parada para dar una vuelta. Estuvimos andando un rato entre las ruinas cuando escuchamos los gritos de los cascos azules tratando de llamar nuestra atención. Retrocedimos hasta la carretera y recibimos una bronca monumental. El pueblo estaba minado y habíamos corrido un enorme peligro andando por las calles. No nos quedaron ganas de hacer más excursiones turísticas por el país. Aún hoy recuerdo como nos temblaban las piernas.
Pocitelj fue la ciudad turca más cercana al adriático. Su importancia estratégica y comercial para el Imperio Turco, vigilando el camino de entrada al territorio y permitiendo el intercambio comercial con las Repúblicas de Venecia y Ragusa, hizo de la pequeña villa un lugar especialmente próspero. En los últimos años el pueblo ha sido rehabilitado y busca de ser declarado Patrimonio de la Humanidad. El complejo formado por la Mezquita de Hadži Alija, la Medresa (escuela) de Sisman Ibrahim-Pasa, el Hamam (baños), el Han (posada) y la Torre del Reloj de Sahat-Kula fue construido entre los siglos XVI y XVII y constituye uno de los mejores ejemplos de arquitectura turca en el periodo de esplendor del Imperio. La visita a los edificios permite comprender la vida en una ciudad turca en la edad moderna. Las casas de piedra mantienen características mixtas, mediterráneas, como los tejados a dos aguas y las ventanas, y orientales, como los balcones de madera y los patios interiores. El edificio conocido como Gavrankapetanović House alberga ahora nuevamente una comunidad de artistas (es uno de los mejores lugares para comprar algo que merezca la pena). Los que se vean con fuerza pueden subir hasta la curiosa fortaleza circular que es la construcción más antigua de la ciudad. La mando edificar Tvrtko I Kotromanić, el rey bajo cuyo mandato el Reino de Bosnia alcanzó su máxima expansión.
Mostar está ya a tan sólo 30 kilómetros siguiendo el curso del río Neretva