El nombre de Rávena puede no sugerir nada comparado con la docena de ciudades italianas de enorme popularidad entre los viajeros, pero la pequeña capital de provincia del adriático esconde un patrimonio monumental absolutamente singular. No hay un sólo libro de historia del arte que no incluya referencias a sus iglesias y, sobre todo, a sus mosaicos.
Rávena fue la última capital del Imperio Romano de Occidente y mantuvo su condición tras la caída del Imperio, tanto en los efímeros reinos de hunos y ostrogodos, como durante el Exarcado del Imperio Bizantino en la península itálica. No es, por tanto, extraño que en el período comprendido entre los siglos V al VII se construyeran aquí algunos de los primeros templos de la cristiandad. Hay iglesias paleocristianas y bizantinas en otros lugares, pero la conservación en perfecto estado de los edificios y la decoración interior sólo persiste en los templos de Rávena. Esa perfecta conservación fue posible porque la importancia de la ciudad decreció rápidamente tras anegarse su puerto y perder su condición de capital. Nadie se ocupó de saquear las iglesias de un pueblo perdido y rodeado de ciénagas.
La impresionante decoración interior realizada en coloridos mosaicos no deja indiferente a nadie y ha hecho que Rávena sea conocida como “la ciudad de los mosaicos”. Las escenas de los mosaicos nos permiten comprender muchas cosas sobre la sociedad de la época. La ciudad ha permanecido fiel a su tradición artística por lo que basta recorrer cualquier calle del centro histórico para encontrar muestras de mosaicos; no sólo en las iglesias y baptisterios sino en las vitrinas de las tiendas (especializadas en la artesanía del mosaico), en los parques y hasta en las puertas de las casas. Y claro, aquí se encuentra la Escuela Nacional del Mosaico.
El Aeropuerto Internacional Guglielmo Marconi de Bolonia es el más cercano a Rávena. Las compañías Iberia, Vueling y Ryanair conectan el Aeropuerto de Bolonia con varias ciudades españolas.
Rávena está muy bien comunicada por carretera y tren con el resto de las ciudades de Emilia-Romaña y con la costa adriática. En coche se tarda menos de una hora en cubrir los 85 km que separan Bolonia y Rávena por una autopista. Frecuentes trenes enlazan las dos ciudades en poco más de una hora por unos 7 EUR.
¿Cómo llegó Rávena a ser Capital del Imperio Romano?
No deja de resultar curioso que la capital del Imperio Romano de Occidente se trasladará a Rávena en su último siglo de existencia. Sin embargo, había razones para hacerlo. Roma se había ido convirtiendo desde finales del siglo III en una ciudad cada vez más provinciana. Milán, al estar más próxima a la peligrosa frontera con los reinos bárbaros, había asumido durante todo el siglo IV la función de capital de esta zona del Imperio. Tras la fundación de Constantinopla, fue allí donde los emperadores residían la mayor parte del tiempo. Hacia finales del siglo IV los bárbaros amenazaban por todas partes y ya no se confiaba en la seguridad de las murallas de Roma ni de Milán. Rávena, por el contrario, estaba rodeada por pantanos y marismas que prácticamente imposibilitaban su invasión por tierra. El puerto creado de forma artificial en tiempos del Emperador Augusto en Classe, al lado de la ciudad, había acogido siempre a la mayor parte de la flota del Adriático y era fácilmente accesible para la llegada de ayuda desde Constantinopla.
Los Últimos Años del Imperio Romano y el Exarcado de Rávena
Teodosio, nacido en Hispania (¿Coca?), fue el último emperador que reino sobre las dos partes del Imperio. Históricamente ha sido conocido como “el Grande” por ser el responsable de convertir el cristianismo en la religión oficial del Imperio. A su muerte, en el año 395, el Imperio se dividió entre sus dos hijos: Honorio y Arcadio. Estas divisiones habían ya ocurrido otras veces y se consideraban meramente administrativas, pero en este caso sería definitiva. Honorio gobernó primero desde Milán, pero las invasiones de los visigodos de Alarico a comienzos del siglo V le hicieron trasladar la capital a Rávena en el 402. Fue una buena decisión. Los visigodos de Alarico devastaron Italia en los siguientes años y la propia Roma fue saqueada en el 410.
Rávena fue la sede del agónico Imperio de Occidente hasta la muerte del último emperador, conocido irónicamente como Rómulo Augústulo, en el año 476. A partir de entonces lo que quedaba del Imperio en la península itálica fue gobernado desde Rávena primero por los hunos, con Odoacro, y posteriormente por los ostrogodos con Teodorico. Los pueblos bárbaros hacía años que habían adoptado el cristianismo como religión oficial, aunque practicaban otra doctrina teológica, el arrianismo. En el 535 el emperador Justiniano I conquistó Rávena y mantuvo a la ciudad como capital de las posesiones del Imperio Bizantino en gran parte de la península itálica, tiempo que fue conocido como el Exarcado de Rávena.
Durante el largo periodo en el que Rávena mantuvo su condición de capital se erigieron gran cantidad de monumentos religiosos y civiles. Los primeros han llegado a nuestros días en excelente estado de conservación. Son ejemplos únicos en el mundo de basílicas paleocristianas y bizantinas. La decoración realizada en mosaicos que ocupa fundamentalmente la parte superior de estas basílicas es el mayor legado de esta época a la posteridad. La razón de su conservación se basa en que las piezas no pierden potencia cromática ni se degradan de ninguna forma; sólo en el caso de desprendimiento o acción deliberada pueden sufrir alteraciones.
Rávena más allá del Imperio
Tras el Imperio Bizantino llegaron los lombardos y la decadencia de la ciudad. Más tarde, su dominio fue disputado por los Estados Pontificios y la República de Venecia. La incorporación definitiva a los Estados Pontificios llegaría de la mano del todopoderoso Cesar Borgia. En torno a esta época del Renacimiento la ciudad vivió un periodo de cierto esplendor. En ese tiempo fueron edificados muchos de los palacios que salpican la ciudad, sobre todo alrededor de la Plaza del Popolo.
Rávena es hoy una pequeña capital de provincia con una importante industria química y un puerto con gran actividad comercial que le convierte en el tercero del Adriático. La costa cercana a la ciudad forma parte de la conocida como Ribera Adriática, una de las zonas más populares para veranear entre los italianos y muchos centroeuropeos.
«Rávena fue la Tumba de Roma«. Laszlo Passuth. Editorial Noguer y Caralt 1975. 340 pags
El escritor húngaro Laszlo Passuth (Budapest, 1900 – 1979) es conocido sobre todo por su novela “El dios de la lluvia llora sobre México” pero en realidad su obra, dedicada sobre todo a la novela histórica y a los libros de viajes, es muy prolífica y abarca múltiples escenarios.
El libro trata de reconstruir la vida de Teodorico el Grande, el famoso rey de los ostrogodos. Desde su educación en Bizancio, donde se aprecian las tensiones entre Oriente y Occidente, el paso por la agonizante corte del Imperio Romano de Occidente, la conquista de Rávena, ya en manos del huno Odoacro, y el tiempo en que ejerció su reinado en Rávena. La obra es el complemento perfecto para entender la importancia de esta ciudad en sus días de máxima gloria.
En el siguiente mapa interactivo podrás localizar con exactitud todos los lugares de los que se habla en el artículo. Podéis usarlo para llegar hasta ellos fácilmente y para seguir el itinerario propuesto que incluye los lugares más representativos de Rávena.
Bastan unas pocas horas para descubrir los grandes tesoros que la ciudad conserva. Un deslumbrante viaje a una época del pasado que sólo se puede contemplar en este lugar. La grandeza de Rávena no radica en el tamaño ni en la majestuosidad de sus monumentos sino en su importancia artística, armonía y, sobre todo, longevidad de estos tesoros. Cuando en otras ciudades europeas nos asombramos de ver iglesias y monumentos con casi mil años de antiguedad, en Rávena estamos hablando de edificios construidos hace 1500 años que han llegado casi intactos hasta nuestros días. Esto es lo más maravilloso, inigualable y sorprendente de la ciudad.
Lo fundamental son los ocho monumentos paleocristianos, considerados Patrimonio de la Humanidad, pero en el recorrido para visitarlos descubriremos otras pequeñas sorpresas como la Plaza del Popolo, de aires renacentistas, y la tumba de Dante, homenaje de la ciudad al gran poeta que paso aquí, exiliado, los últimos años de su vida.
Tanto si se llega en tren como en coche lo mejor es empezar el paseo en la estación ferroviaria. La mayor parte de los monumentos se pueden alcanzar fácilmente andando. Frente a la estación nace el Viale Farini que tras dejar a un lado la Iglesia de San Juan Evangelista (tuvo que ser reconstruida tras la II Guerra Mundial pero conserva un precioso campanario románico) se adentra en el casco antiguo continuándose con la Via Armando Diaz. Hay que coger la primera bocacalle a la derecha de esta vía para visitar el primero de los monumentos considerados Patrimonio de la Humanidad:
1. Baptisterio de los Arrianos: El edificio más pequeño de entre todos los conservados de la época formaba parte de la desaparecida catedral arriana. Fue mandado construir por Teodorico durante la dominación ostrogoda (siglo VI). Los ostrogodos (como sus hermanos los visigodos en Hispania) practicaban el culto arriano, de ahí el nombre del baptisterio. El edificio está construido en ladrillo y tiene planta octogonal. La parte central estaba ocupada por una gran pila bautismal donde tenía lugar el sacramento del bautismo por inmersión. En la cúpula se representa, con fantásticos mosaicos, el Bautismo de Cristo rodeado por las figuras de los apóstoles guiados por Pedro y Pablo hacia un gran trono. Cristo aparece completamente desnudo e imberbe, sumergido en el río Jordán.
Continuando por la Vía Armando Díaz se llega muy pronto a la Piazza del Popolo, el corazón de la ciudad. La plaza fue construida durante el período de dominación veneciana, de ahí las columnas que se alzan por delante del Palazzo Comunale, y está rodeada por palacios renacentistas y barrocos. En el extremo oeste de la plaza, al lado del Palazzo Comunale, nace la Via IV Novembre desde donde está perfectamente indicado el corto recorrido peatonal que conduce a los dos templos más espléndidos de Rávena:
2. Basílica de San Vital: La iglesia, de planta octogonal y sobrio exterior de ladrillo con enormes arbotantes, fue construida al inicio de la dominación bizantina por expreso deseo del emperador Justiniano (siglo VI). El sorprendente interior de la basílica tiene un doble anillo octogonal formado por columnas de mármol que delimitan en la parte externa un deambulatorio y en la interna un oratorio circular coronado por una gran cúpula. La zona del ábside conserva los mejores mosaicos del Imperio Bizantino. El tema principal es la salvación de los hombres por medio de la eucaristía. En las zonas más bajas hay escenas del Antiguo Testamento. Los mosaicos más famosos de la iglesia son las representaciones del emperador Justiniano y la emperatriz Teodora con sus correspondientes séquitos llevando la patena y el cáliz como ofrendas.
3. Mausoleo de Gala Placidia: El edificio era, en realidad, una capilla anexa al nártex de la basílica de Santa Cruz y es el más antiguo de todos los conservados en Rávena (siglo V). Gala Placidia era hermana de los emperadores Honorio y Arcadio. Casada con Constancio, el sucesor de Honorio en el Imperio de Occidente, llego a gobernar el Imperio como regente hasta la mayoría de edad de su hijo, Valentiniano III. Gala hizo construir el Mausoleo para acoger los restos de su hermano, su esposo, su hijo y los suyos propios pero murió en Roma en el 450 y no es seguro que el sarcófago central contenga sus restos.
La capilla tiene planta de cruz latina, con un austero exterior de ladrillo.El espectacular conjunto de mosaicos que decora el interior sorprende por la variedad y belleza de colores y escenas.En el techo de la nave principal y de la cúpula se representa un cielo estrellado que acentúa el recogimiento del lugar. Los apóstoles se disponen alrededor de la cúpula y los evangelistas en las pechinas En el ábside, San Lorenzo avanza hacia el martirio en la parrilla En las naves laterales la decoración es principalmente de motivos vegetales con formas geométricas. El brillo de los mosaicos, la acertada iluminación y las enormes tumbas que ocupan el ábside y las naves laterales producen una impresión imborrable.
Después de visitar los dos más famosos monumentos es hora de relajarse un poco paseando por la ciudad. Lo mejor es volver a la Piazza del Popolo. Quizás este es el mejor momento para degustar las famosas piadinas, una masa de hojaldre cocido que se rellena con todo tipo de ingredientes.
En el extremo este de la plaza nace la Via de Dante Alighieri que termina en la Tumba de Dante, un templete construido en el siglo XVIII en estilo neoclásico para albergar los restos del más famoso escritor italiano. Dante murió en el exilio y había sido enterrado en la adyacente Basílica de San Francisco, cuyo austero claustro románico merece una visita. Detrás del templete una preciosa verja de hierro rodea los pequeños jardines conocidos como Quadrarco di Braccioforte.
La Plaza del Duomo es el siguiente punto de interés. Pero no es la catedral, reedificada en el siglo XVIII, lo más interesante de ver aquí sino dos de los más singulares y sorprendentes edificios declarados Patrimonio de la Humanidad:
4. Baptisterio Neoniano o de los Ortodoxos: Es el edificio bautismal mejor conservado de la Edad Antigua tanto en el exterior como en el interior. Fue construido por el Obispo Neón en el siglo V y formaba parte de un conjunto basilical cuyos restos fueron destruidos para levantar la actual catedral. El edificio, de planta octogonal, conserva en el centro la enorme tina bautismal de mármol, con el púlpito desde donde el sacerdote oficiaba la ceremonia. En la cúpula se representa el Bautismo de Cristo. Cristo aparece en el crismón central sumergido hasta las caderas en las aguas del río Jordán mientras San Juan le bautiza. Las imágenes de los doce apóstoles, dispuestas en dos grupos conducidos por San Pedro y San Pablo, se representan sobre fondo azul rodeando el medallón central.
5. Capilla Arzobispal: Las dependencias catedralicias, situadas junto al ábside de la catedral albergan algunas joyas únicas de la historia del arte. La principal es, desde luego, la capilla arzobispal, la única del principio de la era cristiana que ha llegado intacta a nuestros días. La capilla se construyó como un lugar de oración privado para el arzobispo al inicio del siglo VI, durante el reinado de Teodorico. La decoración está dedicada a la glorificación de Cristo, reafirmando los principios de la iglesia ortodoxa católica frente al poder de Teodorico que practicaba el arrianismo (doctrina que negaba la naturaleza divina de Cristo). La antesala de la capilla es muy sugestiva porque en ella se representa una colorida decoración con motivos exclusivamente paganos. Se compone de un conjunto de flores de lirios que entrelazándose encierran pequeños pájaros.
En una sala contigua a la capilla se expone una obra de arte de interés muy especial. El Trono de Maximiano, una silla semicircular con un gran respaldo, fue construido con paneles de marfil labrados representando escenas del Antiguo y Nuevo Testamento. La obra fue realizada probablemente en Bizancio en el siglo VI para el arzobispo Maximiano de Rávena, el mismo que aparece representado en uno de los paneles de la Basílica de San Vital.
Un corto paseo desde la zona de la catedral por la Piazza Cadutti y la Via Guaccimanni permite alcanzar la arteria principal de la ciudad, la Via Roma. En el cruce de las dos calles se encuentran los restos del llamado Palacio de Teodorico, probable residencia del rey de los ostrogodos. Siguiendo por la derecha la Vía Roma se llega a unos pequeños jardines dispuestos ante la Loggetta Lombardesca, un palacio renacentista que alberga el Museo de Arte de la Ciudad, y la Basílica de Santa María in Porto, una iglesia barroca. Al lado del Palacio de Teodorico se encuentra la Basílica que el propio rey mando construir en la época final de su reinado:
6. Basílica de San Apolinar El Nuevo: Mandada levantar por Teodorico a principios del siglo VI, probablemente como iglesia palatina. En un principio estaba dedicada a San Martin de Tours pero en el siglo IX se trasladaron aquí los restos de San Apolinar y cambio el nombre por el del patrón de la ciudad. Esa es la razón del apodo Nuevo para distinguirla de la que llevaba primero ese nombre y que, sin embargo, había sido construida años más tarde.
El edificio tiene planta basilical de tres naves y torre redonda exenta, luce hoy una portada del siglo XVI. En el interior, los mosaicos de la parte superior de la nave central son impresionantes. Las escenas relatan la vida de Cristo y suponen la representación en mosaico más antigua del Nuevo Testamento. En los mosaicos se aprecia la evolución del arte desde los tiempos de Teodorico a los del Emperador Justiniano, época en la que fue terminada la Basílica. Hay que fijarse especialmente en los mosaicos que representan la ciudad de Classe y el Palacio de Teodorico y en la famosa escena de la Adoración de los Reyes, reproducida tantas veces en los libros de Historia del Arte.
Hay que volver a la cercana estación para visitar los dos monumentos restantes. Un corto paseo hacia el norte nos permitirá llegar, pasando por la Rocca Brancaleone, la fortaleza construida por los venecianos para asegurar la defensa de la ciudad, al Mausoleo de Teodorico. Si el paseo ha resultado largo, el autobús número 5 nos facilita volver a la estación en pocos minutos. El último destino de nuestra visita está situado un poco más lejos. La Basílica de San Apolinar in Classe se encuentra en el pequeño pueblo de Classe, a 8 kilómetros al sureste de Rávena, antes ocupado por el famoso puerto romano. Para llegar hasta allí podemos utilizar la línea de autobús número 4 que para enfrente de la estación.
7. Mausoleo de Teodorico: El edificio de mármol blanco fue mandado construir por el rey de los ostrogodos a las afueras de la ciudad para servir como panteón a su dinastía. La construcción, de planta circular, debe su fama arquitectónica al gran monolito que la cubre en forma de cúpula. La enorme piedra, de más de un metro de grosor, tiene un diámetro de 11 metros y pesa más de 300 toneladas. Se han perdido la mayor parte de los elementos que decoraban el edificio. Se cree que los suelos podían estar revestidos de mármol verde. También han desaparecido las puertas de bronce, posiblemente llevadas para decorar el Palacio de Aquisgrán de Carlomagno en el siglo VIII.
8. Basílica de San Apolinar in Classe: Classe era el suburbio portuario de Rávena. La gran basílica de tres naves y su característica torre redonda fueron construidas al inicio de la dominación bizantina, en la primera mitad del siglo VI. Es uno de los edificios mejor conservados de entre los monumentos de Rávena y, probablemente, el mejor ejemplo de basílica paleocristiana. Los mosaicos del ábside representan en la parte alta a Cristo mediante una cruz de piedras preciosas envuelta en un medallón y en la parte baja a San Apolinar rodeado de ovejas que hacen alusión a los fieles cristianos.
Rávena suele visitarse desde Bolonia o alguna de las localidades de veraneo de la costa adriática. No es que haya una gran infraestructura hotelera, pero si decidís pasar una noche en la ciudad algunas buenas opciones son:
Hotel Diana: Via Girolamo Rossi 47, 48121 Ravenna Tel.: +39 054439164 (www.hoteldiana.ra.it). Lo mejor del hotel es su situación, en una plaza tranquila a dos pasos de la céntrica Piazza del Popolo y de la Basílica de San Vital. Decoración funcional y agradable. La habitación doble con desayuno en temporada alta cuesta unos 80 EUR.
Casa Masoli: Via Girolamo Rossi 22, 48121 Rávena, Tf: +39 0544217682 (www.casamasoli.it). Ubicado en un palacio del siglo XVII. Decoración clásica, un poco sobrecargada, en un bonito palacio renacentista. Cuenta con un relajante patio. La habitación doble con desayuno en temporada alta sale por alrededor de 110 EUR.
Hotel Classensis: Via Romea Sud 222, 48124 Rávena, +39 0544473770, (//hotelclassensis.it). Situado a 5 km de la ciudad, en el barrio de Classe, pegado a la Basílica de San Apolinar in Classe y rodeado de un pequeño bosque de pinos mediterráneos. Un lugar tranquilo al lado de una de las iglesias más bonitas de ciudad. La habitación doble con desayuno en temporada alta por unos 80 EUR.
Ca´de Ven: Vía Corrado Ricci 24, 41821 Ravenna. Tf: +39 054430163 (www.cadeven.it). La mejor opción para comer en Rávena. Ubicado en un palacio renacentista que fue primero convertido en restaurante, más tarde en hotel y finalmente en tienda de especias y bodega. El restaurante actual conserva muchas cosas de la antigua tienda y bodega como parte de la sorprendente decoración. Ofrece comida típica romañola a buen precio. Aproximadamente 20 EUR sin bebidas.
La Piada di Ale: Viale della Lirica 11, 48124 Rávena, +39 3280272552. La piadina o piada es un producto típico de la región basado en una masa hojaldrada cocida que se sirve doblada por la mitad y rellena de diferentes maneras. No se puede visitar Rávena y la Ribera Adriática sin probar la piadina y el mejor sitio para hacerlo está muy cerca del casco histórico. Por muy poco dinero se pueden comer los productos típicos en este famoso chiringuito.
Cinema Alexander Restaurante: Via Bassa del Pignataro 8, 48121 Ravenna, Tf:+39 0544212967 (www.ristorantealexander.it). Un antiguo cine reconvertido en restaurante con decoración basada, como no, en motivos cinematográficos. Cocina internacional. Alrededor de 30 EUR sin bebidas.
Ribera Adriática: Del Lido de Ravenna a Rimini
La costa de Emilia-Romagna fue una de los primeros destinos turísticos de playa en Europa. Los alrededor de 80 kilómetros que separan la Marina de Rávena de Cattolica, en el límite con la región de Las Marcas, están repletos de estaciones balnearias enormemente populares entre los italianos y centroeuropeos. Todos estos lugares son fácilmente alcanzables por carretera o tren desde Rávena en pocos minutos.
Las largas playas de gruesa arena dorada se suceden casi ininterrumpidamente. Si se busca una playa un poco más tranquila, lo mejor es ir al Lido di Classe, cuyo arenal se extiende hacia el norte protegido por un gran pinar que forma parte del Parque Natural del Delta del Po. La tranquila localidad de Cervia es también muy recomendable, sobre todo por el atractivo canal que hace de puerto y esconde algunos edificios interesantes como el Faro, el Almacén de Sal o la Torre de San Miguel.
Rimini es el más famoso centro de la ribera romañola. La ciudad es conocida históricamente por haber sido al final de la Edad Media y principios del Renacimiento la sede del Señorío de los Malatesta. De esta época, datan la mayoría de los monumentos de la ciudad, especialmente el Templo Malatestiano y el Castillo Sismondo. El Templo Malatestiano fue encargado al arquitecto renacentista Leon Battista Alberti y aunque su fachada quedo inacabada es una de las grandes obras del Renacimiento. El Castillo Sismundo, construido en ladrillo también en el siglo XV, es una obra maestra de la arquitectura militar.Al norte de Rimini se encuentra el parque temático de la Italia en Miniatura, donde se pueden hacer un recorrido por los monumentos más conocidos del país mientras se disfruta de algunas atracciones y espectáculos.