El final del cuento del flautista de Hamelín siempre me produjo una gran desazón. Sin duda los habitantes de la ciudad sajona habían sido deshonestos con el mágico flautista pero llevarse a sus hijos y encerrarlos en una cueva para siempre parece un castigo excesivo. Afortunadamente hay otro final que no recogieron los Hermanos Grimm. En la antigua leyenda los niños viajaron por las cavernas hasta una tierra situada “más allá de los bosques” y allí fundaron nuevos pueblos y ciudades. Eso explicaría porque los alemanes de Transilvania recibieron el nombre de sajones y no el de pura y simplemente alemanes. Los eruditos dicen que la mayoría de aquellos colonos vinieron de las riberas del Mosela y el Rin, en el este de Alemania, pero yo prefiero seguir pensando que eran auténticos sajones, descendientes de los niños del cuento. Después de todo, ¿quién puede creerse que el flautista fuera tan perverso como para matar a los niños?
Los sajones llegaron a Transilvania en los siglos XII y XIII y allí fundaron siete grandes ciudades fortificadas y varias decenas de pequeños pueblos. Entre las ciudades, la más floreciente comercial y culturalmente fue Hermannstadt, la actual Sibiu. Fue siempre una ciudad pionera. En ella se fundó el primer hospital de Rumania en 1292, la primera escuela en 1380, la primera farmacia en 1494 y la primera imprenta en 1534. La influencia sajona es tan importante que el centro histórico tiene características muy semejantes a la de las ciudades medievales más conocidas de Centroeuropa. Sibiu siguió ejerciendo ese papel de liderazgo cultural y artístico en tiempos más modernos. Samuel von Hahnemann abrió en la ciudad el primer laboratorio homeopático en 1797 y el Museo Brukenthal, la colección privada de arte más importante del país, se inauguró en 1817.
Hoy Sibiu es la ciudad más cuidada de Transilvania. El borgo medieval mezcla las características centroeuropeas propias de su fundación sajona con su influencia oriental y con elementos singulares que le dan una peculiar personalidad como esas ventanas de las buhardillas que parecen observarte constantemente desde lo alto. Por si no fuera suficiente, su posición geográfica, en una pequeña depresión a los pies de los Cárpatos, acentúa la belleza de la que pasa por ser la capital cultural y artística de Rumania.
El Aeropuerto Internacional de Bucarest-Henri Coandă es el mayor punto de entrada al país para los viajeros procedentes de España. Varias compañías aéreas (Air Europa, BlueAir, Iberia, Ryanair, TAROM y WizzAir) vuelan a distintas ciudades españolas (Alicante, Barcelona, Madrid, Málaga y Valencia).
El Aeropuerto Internacional de Sibiu tiene vuelos a Bucarest y algunas ciudades centroeuropeas. Actualmente no existen vuelos desde España a Sibiu aunque hace algunos años WizzAir tuvo una conexión directa entre Madrid y Sibiu.
Lo más fácil es alquilar un coche en el aeropuerto para realizar un viaje por el país cuyos puntos de mayor interés se encuentran en la región de Transilvania. La distancia entre Bucarest y Sibiu es de alrededor de 280 km pero tardan en recorrerse casi 4 horas y media. Sibiu, además, puede ser un buen lugar desde el que organizar la visita a los lugares más recomendables de Transilvania. Brasov y Sighisoara están a sólo 100 km (alrededor de 1 hora y media en coche), Alba Iulia se encuentra a 70 km (menos de 1 hora en coche) y muy cerca de la ciudad están algunos de los mejores ejemplos de iglesias fortificadas de Transilvania.
La conquista de Dacia: “Todo está escrito en una columna romana”
El emperador Trajano conquistó Dacia entre los años 101 y 106 de nuestra era. Estaba harto de que el Imperio Romano sufriera las humillaciones de Decébalo, el caudillo de los dacios. Las campañas supusieron uno de los mayores despliegues militares de Roma. Se dice que este fue el primer gran genocidio de la historia. Los dacios fueron prácticamente en su totalidad masacrados o vendidos como esclavos. El saqueo sistemático realizado para rentabilizar las campañas significó el mayor botín de guerra conocido. Fue la última vez que Roma amplio sus fronteras en Europa.
La región quedo absolutamente despoblada y Roma organizó, con la misma eficacia con la que habían combatido sus legiones, la colonización del territorio. El cambio en Dacia fue tan profundo que los habitantes de la región terminaron dándole al país el nombre del conquistador: Rumanía, tierra de romanos. Incluso el nombre de Trajano se invoca con orgullo en el himno nacional. Ninguno de los pueblos que en los siglos siguientes invadieron el territorio pudo dejar una impronta semejante a la de Roma. Los dos únicos países que hablan en Europa del Este una lengua derivada del latín son Rumania y Moldavia. El territorio de la antigua Dacia.
La conquista de Dacia está narrada con detalle mediante imágenes en Roma. En el Foro de Trajano, una de las obras pagadas con el botín de la guerra, se eleva la Columna de Trajano. Un monumento de unos 30 metros de altura formado por 20 bloques labrados de mármol de Carrara. En ellos se esculpieron 155 escenas que relatan las campañas del emperador en Dacia. Una estatua del emperador coronaba la columna (en el siglo XVI la estatua de Trajano fue cambiada por una de San Pedro) y en su base fueron depositadas sus cenizas junto con las de su esposa Plotina.
Las invasiones bárbaras y la colonización sajona
En el año 275 el emperador Aureliano tomó una decisión drástica, retiró al ejército y a la administración de la provincia Dacia. Abandonaba así a los godos la región ganada por Trajano. La frontera del Danubio era mucho más fácil de defender. Lo curioso es que la mayor parte de la población latina se quedo en Dacia. Ya eran sus tierras y el enemigo no debía parecer tan bárbaro como lo pintaban.
La región empezó a ver pasar sucesivas oleadas de invasores. Los godos y los hunos dominaron durante algún tiempo el territorio pero relativamente pronto se desplazaron hacia occidente en busca de mejores botines. A partir del siglo VI llegaron los eslavos que se mezclaron mucho más con la población local. Luego fue el turno de otros pueblos germánicos, los gépidos y los ávaros. Después los búlgaros se hicieron con el control de la antigua Dacia hasta que los húngaros conquistaron Transilvania incorporándola a su Reino en el siglo XII. Empezaba así una historia distinta para los diferentes voivodatos rumanos. Transilvania dependería hasta el siglo XIX de Hungría y el Imperio Austro-Húngaro mientras Valaquia y Moldavia serían principados independientes hasta la llegada del Imperio Turco.
Los húngaros necesitaban gente para colonizar el territorio. Ellos sólo querían formar parte de la élite del ejército. Recurrieron a los alemanes que al parecer sobraban por sus tierras. Así empezó la colonización sajona de Transilvania. El Reino de Hungría les concedió territorios a cambio de fortificar las posiciones fronterizas ante posibles invasiones y contribuir al desarrollo de la región. Los sajones llegaron en oleadas a Transilvania entre los siglos XII y XIII. Los reyes húngaros ratificaron los privilegios a los sajones que suponían su autonomía administrativa y religiosa a cambio de las obligaciones con la corona. El territorio colonizado abarcaba una zona de alrededor de 30.000 km2, la parte sur y este de Transilvania. Las siete grandes ciudades fortificadas sajonas tuvieron un gran crecimiento económico y defendieron muy efectivamente la frontera frente a los invasores: Bistritz (Bistrita), Hermannstadt (Sibiu), Kronstadt (Brasov), Klausenburg (Cluj-Napoca), Mediasch (Medias), Mülbach (Sebes), Schässburg (Sighisoara).
La Unión de las Tres Naciones y el Fin de la Supremacía Alemana en Transilvania
Los sajones junto con los szeklers, una etnia de habla húngara que había colonizado una parte del este de Transilvania, y los húngaros, que constituían la clase dominante en la administración y el ejército, formaron la Unión de las Tres Naciones en 1438. Básicamente, se trataba de un acuerdo en el que los tres pueblos se repartían los derechos y privilegios políticos frente a la mayoría campesina de la población constituida por los rumanos.
La mayoría de los sajones se convirtieron al luteranismo tras la Reforma Protestante. A finales del siglo XVII, con la dinastía de los Habsburgo, llego otra oleada de sajones al territorio. Para entonces las relaciones con los húngaros ya se habían empezado a deteriorar. Los rumanos empezaban a reclamar sus derechos mientras los húngaros querían unificar el territorio al Reino de Hungría. Finalmente, los sajones optaron en el siglo XIX por apoyar a los rumanos en sus reivindicaciones. A pesar de ello, el nacimiento de Rumania supuso la pérdida definitiva de sus privilegios. Tras la II Guerra Mundial se les acusó de colaboracionistas con el ejército nazi y más de 80.000 sajones fueron arrestados por el Ejército Soviético y llevados a campos de trabajo en Siberia. Otros tantos habían decidido seguir al ejército alemán en su retirada.
El gobierno rumano no persiguió especialmente a los sajones. Sin embargo, tras la independencia Alemania les reconoció la ciudadanía y, dadas las condiciones del país, la mayor parte de la población optó por emigrar a la patria de sus ancestros. Transilvania llego a estar habitada por 750.000 sajones en 1930, hoy quedan menos de 50.000.
En el siguiente mapa interactivo podrás localizar con exactitud todos los lugares de los que se habla en el artículo:
La elección de Sibiu como Capital Europea de la Cultura para 2007 supuso el inicio de una transformación integral del abandonado casco histórico. Las calles y plazas del borgo medieval se recuperaron para los peatones, las casas volvieron a lucir sus antiguos colores y las famosas buhardillas parecieron volver a abrir sus ojos.
El casco antiguo, en su mayor parte peatonalizado, se articula en torno a las tres plazas principales: la Piaţa Mare, Plaza Grande, la Piaţă Mică, Plaza Pequeña, y la Plaza Huet. Alrededor de las plazas, las pequeñas calles adoquinadas, muchas de ellas con escaleras, salvan los desniveles entre la ciudad alta y baja. Los pintorescos edificios tienen como característica más peculiar los tejados a dos o cuatro aguas de gran inclinación y la forma de sus buhardillas. Los pequeños tejados redondeados que las cubren las hacen parecer pequeños ojos rasgados que no dejan de observar a los transeúntes.
Desayuno en la Plaza Pequeña. El Puente de las Mentiras
La Plaza Pequeña, con forma de herradura, estaba ocupada por los grandes artesanos de la ciudad y se utilizaba como mercado. Los antiguos talleres han sido sustituidos por cafeterías, restaurantes y pequeñas tiendas.
La mejor forma para tomar el pulso a la ciudad es sentarse a desayunar en una de sus acogedoras terrazas. La plaza se va llenando de gente mientras la luz del sol comienza a hacer brillar las casas pintadas de vivos colores y los comerciantes montan su mercadillo. Los edificios que rodean la irregular plaza componen un conjunto armonioso a pesar de que pertenecen a muy diversas épocas. El más antiguo es el conocido como El Oso Negro, una casa renacentista que albergó la primera farmacia de Rumanía. Hoy está convertida en un museo que conserva intacta la vieja botica. Fue en esta farmacia donde empezó la historia de la homeopatía. La controversia sobre su utilidad sigue hoy llenando las páginas de los periódicos. Muy cerca un gran edificio con arcadas, la Casa Artelor o Casa de las Artes, antigua sede del gremio de los carniceros, y la llamativa Casa Luxemburgo, construida en estilo barroco para el gremio de los orfebres. Un poco más allá, la Casa Hermes, de estilo neogótico, acoge el Museo Etnográfico Franz Binder.
El gran icono de la plaza es el Puente de las Mentiras, el primer puente metálico construido en Rumania. Aunque suele decirse que el nombre deriva del poder del puente para hacer caer a cualquiera que estando sobre él cuente una mentira, parece que en realidad recibió este apodo por una mala traducción del alemán. No obstante, se ha impuesto la leyenda y este es el lugar preferido por las parejas para prometerse amor eterno…y que se sepa todavía nadie ha sido derribado por el puente.
La Torre del Consejo edificada en el siglo XVI, une las plazas grande y pequeña a través del paso bajo su arco. Desde lo alto de la torre se tiene la mejor vista de todo el casco viejo. Que mejor momento para subir hasta allí que después de haber tomado un buen desayuno.
Un Paseo por el Corazón de la Ciudad. La Plaza Grande
Los sajones fueron el mayor grupo étnico de la vieja Hermannstadt hasta 1920. Desde entonces el éxodo de los alemanes ha sido constante hasta representar hoy solamente un 3´5% de la población. Sin embargo, Sibiu ha mantenido su pujanza artística y cultural. En ello ha tenido también mucho que ver su alcalde, Klaus Werner Iohannis, quién permaneció en el cargo entre 2000 y 2014 emprendiendo una gran renovación de las infraestructuras y rehabilitando el casco antiguo para hacer de Sibiu uno de los destinos turísticos más populares de Rumanía. Lo curioso es que Klaus Iohannis, de inequívoco origen alemán, fue elegido alcalde representando al Foro Democrático de los Alemanes en Rumanía, lo que revela la buena relación existente entre alemanes y rumanos. No hubiera sido lo mismo con un representante de la minoría húngara. El prestigio adquirido por Klaus Iohannis como alcalde de Sibiu fue determinante para ser elegido como líder del Partido Nacional Liberal y convertirse en 2014 en Presidente de Rumania.
La Plaza Grande es el corazón del centro histórico y el principal lugar de reunión de sus habitantes. Toda la plaza está rodeada de palacios edificados por los gremios y las grandes familias de mercaderes y comerciantes. Entre ellos destaca la Casa Haller, un edificio gótico-renacentista del siglo XV, y el Palacio Brukenthal, levantado a finales del XVIII en estilo barroco vienés. El barón Samuel Brukenthal fue un apasionado coleccionista de arte en el siglo XVIII. A su muerte lego a la iglesia luterana su gran patrimonio con el que se abrió el Museo Brukenthal, una de las colecciones de arte más completas de Europa Oriental. La plaza está presidida por la barroca iglesia Romano-Católica, construida en el siglo XVIII por los jesuitas retornados a Transilvania bajo la protección de los Habsburgo.
Todo el centro estaba rodeado por unas impresionantes murallas. La zona mejor conservada es la correspondiente a la Strada Cetatii. Todavía siguen en pie 8 de las 39 torres originales. Las más espectaculares son la Torre de los Arcabuceros y la de los Carpinteros, unidas por un pasadizo de madera. La Strada Cetatii acaba en la Piata Unirii, la Plaza de la Unión, el centro neurálgico de la ciudad moderna. Desde aquí, la peatonal y comercial Strada Nicolae Balcescu, flanqueada por bellos palacios del siglo XIX, nos devolverá a la Plaza Grande.
Comida en la Ciudad Baja
Muy cerca de la Plaza Pequeña está la recoleta Plaza Huet, el lugar en el que se construyeron las primeras fortificaciones de Hermannstadt. El centro de la plaza sigue ocupado por el principal edificio religioso de la ciudad, la gran Catedral Luterana Evangélica, levantada en estilo gótico en el siglo XIV. En el interior hay un enorme órgano del siglo XVII que los visitantes pueden hacer sonar mediante un puntero laser con ayuda de un programa de ordenador.
Desde la Plaza Huet parte el evocador Callejón de los Escalones, protegido por la Torre Scarilor, que une la Ciudad Alta con la Ciudad Baja. A los pies del callejón está el restaurante más viejo del país, el Butoiul de Aur, la Barrera Dorada.
La Ciudad Baja se extiende desde la colina amurallada hasta el río. Menos espectacular y visitada que el resto del casco antiguo pero mucho más tranquila y auténtica, también contiene coquetas pequeñas plazas y calles con pintorescos edificios de dos plantas. En la Strada Azilului se encuentra el hospital más antiguo de Rumania, el Azilul de Batrani, construido en el siglo XIII. Hoy sigue con parecidas funciones puesto que sirve de asilo de ancianos.
Un Paseo Vespertino por el Bosque de Robles de Dumbrava
En el sur de Sibiu se encuentra un espacio natural que ha resistido sin apenas daños los embates del desarrollismo de la época comunista. Un bosque de enormes robles conocido como Dumbrava que sirve como verdadero pulmón de la ciudad. El gran bosque alberga algunos de los espacios de ocio preferidos por los habitantes de la vieja ciudad sajona como el Zoológico y el Museo de Arquitectura Popular. Hasta allí se puede llegar en un autobús urbano o en taxi.
El Museo de Arquitectura Popular ASTRA es una de las visitas obligadas en la vieja Hermannstadt. En una superficie de alrededor de 100 hectáreas se han reconstruido los mejores ejemplos de casas tradicionales principalmente de Transilvania pero también de otras partes de Rumanía. El delicioso paseo por el bosque permite ir descubriendo las viejas casas campesinas con tejados de paja, las características iglesias de madera del Maramures y los molinos de agua y viento de las diferentes regiones del país. El museo fue inaugurado en 1905 y está considerado el mejor de este tipo en Europa. Una visita imprescindible en un recorrido por la ciudad más centroeuropea del Este de Europa.